Después de leer este interesante post de Veronika sobre el hartazgo con respecto a las publicaciones culturales, me ha venido a la mente una reflexión que hace tiempo me hago sobre el nivel de lectura desde la infancia.
Permanentemente estoy en contacto directo con publicaciones infantiles y juveniles, y me sorprendo al descubrir el rango de edad dentro del que se inscriben. Si tuviera que determinar el público al que se dirigen, siempre rebajaría un par o más de años. ¿Por qué? Porque lo hago pensando en los libros que leía de niña, aquellos que pasaban de mano en mano entre los amigos. Hoy veo lecturas “para 10 años” que a los 8 yo ya hubiera empezado a aburrir. Para los de 8 escriben textos tan simples que consideraría destinados a un primer lector. Después hojeo páginas de literatura juvenil y las encuentro faltas de vocabulario, reiterativas en sus argumentos y totalmente planas en cuanto a estilo. Entonces me pregunto: ¿los niños y adolescentes continúan leyendo a los clásicos? Porque ésas eran las lecturas que nos nutrían en mi época, los referentes culturales básicos para aprender a amar los libros. Con esto no pretendo tachar a los autores actuales, sino más bien establecer una línea complementaria entre aquéllos y éstos.
Hace cosa de una semana charlaba con un buen amigo con el que comparto la pasión por los libros. Me comentaba que psicopedagogos actuales, encargados de formar a futuros maestros y profesores, establecen unos rangos de vocabulario infantil que lejos de animar a los niños a leer, los estancan en niveles inferiores. Si conoces 300 palabras y sólo te dan a leer libros de 300 palabras, difícilmente avanzarás. ¿No sería mucho más eficaz y lógico animarte a leer los de 350 ó 400, y así paulatinamente? Por experiencia propia sé que muchas editoriales piden a los autores que rebajen su nivel de vocabulario, considerado “demasiado extenso”.
La verdad es que los sistemas educativos que estamos difundiendo me provocan un poquito de pavor. Se lee poco y con poco; se copia y repite pero no se enseña la crítica y el análisis. Ni desde los centros ni desde los hogares, la bola se va haciendo grande. Menos mal que siempre hay excepciones, pero son tan escasas que cuando las encontramos, llegamos a sorprendernos.
2 comentarios:
Aguda, muy aguda y acertada tu cítica.
Recuerdas -seguro que sí- aquellas "Joyas literarias Juveniles" de la Editorial Bruguera?
Pues acabo de buscar en internet la colección que mencionas y, al verla, me suena ligeramente pero no por haberla tenido yo. Sí recuerdo los libros de La locomotora, El barco de vapor, Anaya juvenil, etc. Dentro de poco escribiré sobre "mis lecturas de juventud". ¡Cuántos recuerdos!
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