miércoles, 4 de junio de 2008

Cartas I, Julio Cortázar




Cartas 1937-1963
Julio Cortázar
Alfaguara
ISBN: 978-84-204-5140-4
678 páginas



Odio las cartas «literarias», cuidadosamente preparadas, copiadas y vueltas a copiar; yo me siento a la máquina y dejo correr el vasto río de los pensamientos y los afectos.


Hacía tiempo que ansiaba sumergirme en la lectura de las cartas de Cortázar; era el postre perfecto tras gran parte de sus obras: acercarme a él no a través de su invención literaria sino de su día a día, de su vida cotidiana. A pesar de mi admiración, de todo lo que he sentido y continuaré sintiendo al leer sus páginas, nunca hubiera imaginado encontrar tanto y tan profundo en estas cartas.

El primer volumen comienza en 1937 y concluye en diciembre de 1963, a tan sólo unos meses de la publicación de Rayuela (el tomo II abarca desde 1964 a 1968, y el III de 1969 al 1983, un año antes de su muerte). Los destinatarios son diversos, algunos puntuales, otros familiares a lo largo de los años: amigos, escritores, editores, etc. Es impresionante la sensibilidad, la sencillez, la humanidad que desprenden todas y cada una de estas letras, incluso aquéllas de tinte más formal y de las que podríamos esperar meros párrafos informativos. Siempre hay un resquicio por el que surge el Julio más Julio, ese cronopio melancólico y sorprendido por el mundo.

Estas cartas que él consideraba descuidadas, improvisadas, poco literarias, trasmiten todo eso pero desde la mano del que inevitablemente vivía con la máquina de escribir a cuestas. Y es precisamente esa espontaneidad, ese "desorden" lo que las vuelve literatura pura. La literatura de quien la ha vivido desde niño, se entiende. El detalle más simple se tiñe de una emotividad tal que es imposible no contagiarse de esa mirada que, en esos momentos, se siente cercana, compañera.

Conocemos al Cortázar profesor en sus primeros años, destinado en pequeños pueblos que lo asfixiaban; al traductor, oficio que mantuvo durante larguísimos años y que le permitió vivir y viajar; al escritor, desde poemas de corte bastante clásico, a los cuentos que le abrieron las puertas del mundo editorial y el reto literario que se planteó con Rayuela; conocemos también al amigo, al hombre, al gigante de corazón gigante que se entristecía y se alegraba con lo más pequeño.

Lo sentí recorrer calles de distintos idiomas con ojos abiertos al arte, a la historia, a los lugares escondidos en donde se fragua la verdadera ciudad. Sentí su amor por París, sus paseos eternos y su melancolía al estar lejos; sentí su dolor por Argentina, por el vacío que se extendía entre el tumulto político. Sentí su emoción ante un libro, un poema, una película, un invento, como un niño que salta para tocar la luna. Sentí la soledad que a veces lo embargaba y la amistad más profunda que no dudaba en regalar.

Y sentí al Cortázar que lo escribía todo, al Cortázar sencillo que dudaba de su talento cuando éste se le desparramaba por cada poro. La aventura de Rayuela, su gestación a través de pinceladas dubitativas unas, rotundas otras, pero siempre seguras de que ése era el único camino: resultase lo que resultase, era "el modo", el "desarmar" lo establecido, romper para crear. Durante esas páginas me sentí un poquito como si estuviera habitando el hombro de Julio, leyendo sus apuntes a medida que se iban escribiendo, temblando con el movimiento de la máquina. Y en muchos de esos párrafos me emocioné hasta la lágrima al leer sus esperanzas, tan simples, tan de a pie...

Había tanto humor, tanta tristeza, tanta literatura y tanta, tantísima humanidad en este hombre... Su manera de mirar, de tocar las cosas y las palabras. ¿Cómo se pudo juntar tanto en una sola persona?

Escribo estas líneas con emoción y con nostalgia, con la conciencia de una admiración que, quizás, para algunos sea repetitiva y desmesurada, pero que me regala momentos inmensamente felices, compañía en la soledad y unas ganas desatadas de mirar tocar escribir.

2 comentarios:

Alejandra Arévalo dijo...

estaba trabajando el capitulo 7 de rayuela, y conseguí esas cartas en la biblioteca de la facultad.
Estas cartas me hacen pensar que Cortazar manejaba su leguaaje tan poéticamente incluso en las cartas....

:D

Rayuela dijo...

Leer sus cartas es leer su poesía, sus cuentos, sus novelas, su cotidianidad fantástica...

¡Saludos!

 
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