viernes, 6 de junio de 2008

Algunas de mis cosmicómicas luminosas

LO QUE SÍ:

El olor de la tierra húmeda, la hierba recién cortada y el canto de los grillos en las noches de verano. El cielo estrellado en el barrio tranquilo. 3079.

Meterme en la cama con sábanas nuevas y, en las noches calurosas, descubrir los rincones fríos, como una salvación contra el bochorno.

Abrir un libro y descubrirlo amarillento por el tiempo. Es el momento preciso para acercárselo a la nariz e inspirar las letras viejas.

Las patitas de almohadillas rosas de los gatos. Santo y seña para deambular como una sombra, sin sonido, sin presencia.

La primera mañana de primavera. Un nuevo olor, un nuevo color, una luz distinta. Pero sólo la primera.

La primera mañana de frío intenso. Atrincherarse bajo el abrigo, la bufanda mil veces enroscada, los guantes, las botas y el aire de color blanco.

La tarde de lluvia feliz y cómplice, prematuramente oscurecida. Sin tiempo, sin obligaciones, a resguardo y solitaria. La película ansiada en tu cine privado; las páginas irrepetibles en la mano. Mirar. Leer. Y el sonido de las gotas.

Dejarse transportar por un recuerdo lindo.

Visitar una ciudad de idioma diferente.

Pensar en estas cosas.

La noche estrellada, de Vicent Van Gogh

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