domingo, 30 de noviembre de 2008

Orígenes de la lectura en braille

Hace poco me enteré de una interesante iniciativa de la ONCE y de Planetalector.com sobre el sistema braille. En su 25ª edición, el concurso escolar de la ONCE se organiza bajo el lema: El braille. Leer y escribir es poder vivir en igualdad. El concurso, dirigido a los centros escolares, propone el diseño grupal de un cartel que refleje lo que el braille significa para las personas ciegas. Los centros participantes recibirán diversos materiales sobre la historia de este sistema y sobre la creación de la escritura en general.

Me parece una gran idea en la que me hubiera gustado participar en mis años escolares. Todos sabemos de la existencia del braille, pero poco acerca de sus orígenes o de su relevancia para los invidentes, así que decidí conocer un poquito más sobre este método de “descubrimiento del libro a través de las manos”.

Louis Braille (1809-1852) fue el creador del actual sistema de lectura que lleva su nombre. Louis perdió la vista en un accidente a los tres años. A los ocho, su padre logra que el niño sea aceptado en la escuela del pueblo en donde, a pesar de seguir las clases únicamente de forma oral, obtiene buenos resultados. Dos años después, en 1819 y gracias a una beca, Louis es enviado a un colegio especial para ciegos en París.

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miércoles, 26 de noviembre de 2008

[Pequeño paréntesis] Forges y el libro (V)

Habréis notado que en las últimas semanas he actualizado el blog con cuentagotas. He estado bastante apurada de tiempo y, concretamente ahora, me estoy tomando unos días de relax (el lunes vuelta a la rutina...). Os pido disculpas con no poca vergüenza de tener abandonadita esta rayuela. Prometo remontar, escribir y contar. Seguir jugando de la tierra al cielo.

A vosotros, mis lectores y jugadores fieles, os dejo con una viñeta del genial Forges.


Forges

viernes, 21 de noviembre de 2008

[Algo para compartir] 110 años de Magritte


Varias de sus pinturas ilustran mis entradas y, hoy, durante 24 horas, lloverán hombres con bombín sobre Google.

Magritte sueña y sus pinturas sueñan con trascender las fronteras del marco. Nada es lo que parece, ni siquiera nosotros somos cómo parecemos. ¿Cómo nos ven los demás? ¿Qué imagen nos devuelve el espejo? Magritte, como Alicia, no se conformó con este lado. Y en su viaje encontró que las pipas, como todos los objetos, nos engañan; cuando desistimos, al camino no le faltan los zapatos, sino nuestros pies; las ventanas esconden paisajes en capas, uno tras otro, uno tras otro, ¿cuál es el verdadero?, y el cuadro, el arte, continúa más allá del lienzo.

Magritte me enseñó que los barcos están hechos de mar y que las rocas no pesan más que las nubes. Las estatuas lloran sangre y es posible juntar la noche con el día. Los besos cubiertos tienen sabor a inquietud. Y es hermoso llenar una copa de cielo.

Pero, sobre todo, Magritte me enseñó a soñar más allá de los sueños, a no conformarme con la primera imagen, a caminar, siempre, con la imaginación de la mano. A no ser, ni querer ser nunca, una copia en serie y con uniforme.


Golconde, Rene Magritte

jueves, 20 de noviembre de 2008

Trivia de Arte 19

Después de una pausa de una semana... nueva incógnita pictórica.

¿A qué obra pertenece este fragmento?



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SOLUCIÓN A LA TRIVIA DE ARTE 19:




Las tres edades de la vida y la muerte
Hans Baldung
Hacia 1510
Óleo sobre lienzo, 48 x 33 cm
Kunsthistorisches Museum, Viena

miércoles, 19 de noviembre de 2008

El callejón de los milagros, Naguib Mahfuz

El callejón de los milagros
Naguib Mahfuz
Martínez Roca
ISBN: 978-84-270-3286-6
336 páginas

Sinopsis: Hamida es una joven que ambiciona casarse con un rico comerciante que la rescate de su mísera existencia. El modesto barbero Abbas estaría dispuesto a todo por ella, pero por mucho que la corteja no consigue conquistar su codicia. A Kirsha, el dueño del café del barrio, su inclinación por los muchachos le lleva a tal punto que ya no le importan los escándalos que provoca su lujuria, y la viuda Afifi, madura y sola, se reúne con la casamentera en busca de un joven que caliente su cama por las noches. Todo ocurre en el callejón Midaq, en pleno centro de El Cairo, donde una moderna radio ha sustituido al viejo poeta que recitaba el Corán. Allí todos comparten su tiempo, mientras la miseria convive en silencio con el amor y la desdicha.


Ha sido mi primera aproximación a Mahfuz y desde ya les digo que no será la única. Curiosamente la novela me ha terminado gustando más de la mitad hacia el final. Interesantes pequeñas historias con sabrosos personajes, descripciones muy sensoriales que vuelven real ese callejón odiado por unos y amado por otros. Sin embargo, sin embargo... no me he enamorado del libro. Me ha gustado y estoy contenta, pero no me ha arrebatado los ojos en estos días.

Lo mejor, sin lugar a dudas, es la construcción de los personajes, sobre todo por ese carácter de "impureza", es decir, que ninguno es totalmente bueno o malo (descripciones muy simples pero que abundan en la literatura). Todos ellos, en un momento u otro, se nos presentan con sus cualidades y sus defectos; su faceta más dulce, y la más baja.

Me sorprendió la figura del vagabundo "hacedor de mendigos". Fue al que pude imaginar con más viveza, casi como una rata arrastrándose por los callejones... Tremendo ese oficio de vivir a raíz de proporcionar la mendicidad a otros.

Me reí con la señora Afifi, su desesperación por casarse de nuevo, su tacañería y su dentadura de oro. También con la alcachueta y su "amoroso" negocio.

Sentí lástima por la ingenuidad y la bondad de Abbas...

Desprecié a Hamida por su manipulación de las personas (Abbas), su orgullo, su vergüenza, su doble cara.

Me gustó el final, con ese remanso de aguas otra vez en la indiferencia y la monotonía... Van y vienen los personajes, pero el callejón permanece.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Ex libris: la huella personal en los libros

Ex libris Jaromír Bílek Mucho antes de saber lo que era un ex libris ya tenía la costumbre de dejar mi impronta personal sobre cada libro que conseguía. Primero lo hacía del modo más “rústico”, la firma, tan informal, tan poco uniforme; después me regalaron un sello personal, mucho más limpio pero algo insípido (seguía conteniendo sólo mi nombre). Desde hace unos años, y haciendo uso de las fuentes artísticas familiares, confecciono de forma casera ex libris con estampas que renuevo cada tanto. Sin darme cuenta he seguido el camino natural de esta señal de propiedad y ya es una costumbre que he convertido en obligación: ningún libro ocupa mi biblioteca sin recibir antes su ‘marca de fuego’.

Literalmente ex libris significa de entre los libros y con este término nos referimos a las marcas de propiedad (una estampa, una etiqueta o un sello) que se suelen colocar en el reverso de la cubierta de un libro y que incluyen el nombre del dueño o de la biblioteca a la que pertenece el ejemplar. Por lo general, al nombre del propietario lo precede la expresión ‘ex libris’, aunque existen variantes como ‘ex bibliotheca’, ‘e-libris’ u otras menos formales (‘Soy de…’).

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¿Y vosotros, queridos lectores, marcáis vuestros libros de algún modo particular?


Ex libris Jaromír Bílek, República Checa,1962. Colección de Gian Carlo Torre.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Confieso

Que me hartó Cumbres borrascosas y que no soportaría estar en la misma habitación que Catherine y Heatcliff.

Pero sí viví con el corazón en un puño las desventuras (¿por qué tantas, por qué?) de Jane Eyre. En mi partido personal las cosas están Emily:0, Charlotte: 1 (aunque debería darle más puntos porque tuvo que publicar con nombre de varón).

Que no disfruté nada leyendo Madame Bovary, a pesar de los encantadores y pequeños pies de Emma.

Pero me sorprendí a mí misma al sumergirme de lleno en La Regenta, a pesar del resumen académico obligatorio que tuve que hacer de cada capítulo.

Lloré muchísimo con Werther a mis 17, pero no volvería a leerlo ahora.

En mi juventud devoraba los libros de Stephen King. Su novela sobre el hombre lobo fue una de mis peores compras y de lo peor que he leído. Creo que ése fue el punto de inflexión.

Empecé el Ulises dos veces, estoy en la mitad del primer tomo. No pienso abandonarlo.

Empecé a estudiar italiano para poder leer a Calvino en su idioma. Ay, luego vino el blog y aparqué los libros. Urgencia de retomarlos.

La primera vez que leí Rayuela... me enteré de la mitad. Gregorovius, Rocamadour, las morellianas.

No recuerdo lo primero que leí de Julio, ni cuándo. ¿Cronopios, casa tomada?

Entre mis lecturas de adolescente no estuvo El guardián entre el centeno. A estas alturas, no creo que lo lea jamás.

No he leído Tom Sawyer, sólo Huckleberry Finn (en una colección llamada La Locomotora que, en mi fuero interno, era la competencia de los éxitos de El barco de vapor).

De momento, sólo he buscado el tiempo perdido en el primer tomo. Entre mis aspiraciones están todos los restantes.

Que por hoy concluyo aquí mis confesiones lectoras a las que, seguramente, seguirán unas cuantas más.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Cuentos de los Viudos Negros, Isaac Asimov

Cuentos de los Viudos NegrosCuentos de los Viudos Negros
(Tales of the Black Widowers)
Isaac Asimov
Alianza
ISBN: 978-84-206-5765-3

Dotado de una imaginación extraordinaria, Isaac Asimov ha alcanzado una inmensa popularidad basada principalmente en su innegable talento para la divulgación científica y en una extensa producción de narraciones de ciencia-ficción, cuya audacia y originalidad han dado lugar a una renovación decisiva del género. Menos conocida es quizá su faceta de escritor de relatos de misterio, a la que corresponde esta selección publicada bajo el título de Cuentos de los Viudos Negros. (Alianza)


Hacia 1974, Asimov reunió en un volumen una serie de cuentos de misterio que habían sido publicados en diversas revistas -la mayoría en Ellery Queen's Mystery Magazine-. Como explica en el prólogo, con anterioridad había abordado el género de misterio en sus relatos (Misterios de Asimov, 1968) y en alguna novela (Bóvedas de acero, 1954), pero siempre dentro de un ambiente de ciencia-ficción. Los Cuentos de los Viudos Negros, por el contrario, dejan de lado el tono futurista y fantástico para centrarse en historias en las que, siempre de modo casual, irrumpe algún misterio que se resolverá mediante un cuidadoso análisis de los hechos. Podría decirse que se conjuga el método deductivo estilo Sherlock Holmes con la casualidad y el humor del Padre Brown de Chesterton, porque si algo más caracteriza a estos peculiares caballeros es el sentido del humor.

En el mismo prólogo, Asimov narra de dónde surgió la inspiración para esta serie tan prolífica. Él mismo era miembro de un club exclusivo, los "Trap Door Spiders", que se reunían para cenar un viernes al mes. Por tanto, las personalidades de algunos de los personajes se basaron en personas reales. En la ficción, el origen del Club de los Viudos Negros parte de la idea de una serie de amigos de organizar reuniones sólo para hombres, para "alejarse" de sus mujeres al menos durante una noche. En cada reunión -celebrada siempre en el mismo lugar (salvo una excepción, al menos en esta entrega)- uno de los miembros debe llevar un invitado que será sometido a un interrogatorio, únicamente con el fin de promover una charla interesante. Por supuesto, en el seno de estas charlas surgirán los "misterios" que entre todos ayudarán a resolver. En realidad lo de "entre todos" debe tomarse con pinzas ya que, si bien el análisis de los datos es tarea global, la solución siempre llega de la misma mano: la de Henry, el camarero.

La serie resultó ser muy productiva, y a esta primera recopilación le siguieron unas cuantas más: Más cuentos de los Viudos Negros (1976), El archivo de los Viudos Negros (1980), Banquetes de los Viudos Negros (1984), Los enigmas de los Viudos Negros (1990) y El regreso de los Viudos Negros (2003, por tanto póstuma).

Ingeniosas, divertidas y muy recomendables para todos los amantes del misterio, el humor elegante y la deducción.

sábado, 8 de noviembre de 2008

[Algo para compartir] Raymond Peynet

Mi descubrimiento de Peynet tuvo su lado curioso y, al mismo tiempo, triste. Hace varios años, cuando yo residía al noroeste de esta tierra, el negocio familiar era visitado con frecuencia por un amante de los libros, bastante frustrado por no tener una descendencia que compartiera tal devoción. No sé cómo, un "buen" día le llegó la noticia de que los nuevos habitantes de una casa en el medio del campo estaban deshaciéndose de los restos dejados por sus anteriores habitantes, una familia francesa. Entre esos "restos" había montones de libros y, como a los recién llegados debieron parecerles nomás basurita, ¡optaron por la hoguera! Sí, tal como lo oyen: decidieron quemarlos y, hala, todo como nuevo. Así que este bibliófilo salió al rescate y salvó todo lo que pudo del fuego. Por desgracia se perdieron tomos hermosos y, además, valiosos, ya que les aseguro que la biblioteca de esta gente no estaba compuesta precisamente por los bestsellers del año, sino por varios ejemplares de fines del XIX. Y, bueno, tuve la fortuna de que este hombre se acordara de mí y me tocó de regalo una buena pila de los "rescatados".


Como ya se pueden suponer, entre estos libros había uno de Peynet: Avec les yeux de l'Amour. Chiquitito, oliendo a viejo, de 1966, tapa dura en tela. Je, este mismo que venden en eBay (el mío sin la sobrecubierta):


Avec les yeux de l'Amour


Lo único que lamento es que las ilustraciones no sean en color, ¡pero son tan encantadoras! Los amorosos de Peynet han dado ya la vuelta al mundo; dicen que Brassens no hubiera escrito "Les Bancs Publics" sin ellos, y Aznavour les dedicó la canción "Les Amoureux de Papier". Hoy día existen cuatro museos donde se exponen estos "novios de papel" (Antibes, Brassac les Mines, Karuizawa y Sakuto-cho).



Les Amoureux
Les Amoureux

jueves, 6 de noviembre de 2008

Trivia de Arte 18

¿A qué obra pertenece este fragmento?



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SOLUCIÓN A LA TRIVIA DE ARTE 18:



Paseo en barca a Schreckenstein, L. Richter

Paseo en barca a Schreckenstein
Ludwig Richter
1837
Óleo sobre lienzo, 116 x 156 cm
Kunstsammlungen, Dresde

De nostalgias

Hoy tengo ganas de estar nostálgica y, como cuando eso me sucede, prefiero mi propio silencio me refugio en lo que otros escribieron y cantaron.


COMARCA EXTRAÑA
Mario Benedetti

País lejos de mí / que está a mi lado
país no mío que ahora es mi contorno
que simula ignorarme y me vigila
y nada solicita pero exige
que a veces desconfía de mis pocas confianzas
que alimenta rumores clandestinos
e interroga con cándidas pupilas
que cuando es noche esconde la menguante
y cuando hay sol me expulsa de mi sombra

viejo país en préstamo / insomne / olvidadizo
tu paz no me concierne ni tu guerra
estás en las afueras de mí / en mis arrabales
y cual mis arrabales me rodeas
país aquí a mi lado / tan distante
como un incomprendido que no entiende

y sin embargo arrimas infancias o vislumbres
que reconozco casi como mías
y mujeres y hombres y muchachas
que me abrazan con todos sus peligros
y me miran mirándose y asumen
sin impaciencia mis andamios nuevos

acaso el tiempo enseñe
que ni esos muchos ni yo mismo somos
extranjeros recíprocos extraños
y que la grave extranjería es algo
curable o por lo menos llevadero

acaso el tiempo enseñe
que somos habitantes
de una comarca extraña
donde ya nadie quiere
decir
país no mío

(Geografías, 1982-1984)

martes, 4 de noviembre de 2008

Los más buscados

Uno de mis rituales al entrar en una librería, ya sea de las habituales, ya sea recién descubierta, es iniciar el recorrido de los "más buscados". Hablo de aquellos títulos que ni mi esperanza (cada día reforzada), ni la suerte (ese ser escapadizo), ni mucho menos el buen hacer editorial (al que en ocasiones vitupero interiormente) logran que lleguen a mis manos. Pero todavía conservo la ilusión, las ganas de corazón acelerado de encontrarlos algún día, como hechos en exclusiva para mí. Por supuesto, cuando eso sucede (porque "de vez en cuando la vida..." tiene a bien brindarme estos guiños) creo firmemente que se trata de una casualidad hermosa, de algún tipo de acontecimiento mágico que ha hecho que, durante ese momento exacto, coincidamos el libro y yo en el espacio-tiempo. La casualidad del instante preciso, porque de seguro que uno más o uno menos hubiera imposibilitado el encuentro.

Apuntemos ahora algunas de mis experiencias felices.

Allá por 1995, en plena euforia lectora sobre las raíces de la cristiandad (siempre en una rama histórica, pues mi fe no anda por esos derroteros), vi la película de Scorsese que cayó tan bien a la curia: La última tentación de Cristo. Como no podía ser de otro modo, quise conocer también el libro en el que se había basado, escrito por Nikos Kazantzakis. No disponible, descatalogado, quién sabe... Lo pedí a las librerías y me mantuvieron a la espera con expectativas falsas, tanto que alguna de ellas entró en mi lista negra (de ese modo tan vergonzoso que me impedía, por prudencia, dejar de visitarlas, pero que me consolaba pisando el establecimiento con gesto de reproche). Un buen día ocurrió el "milagro": en un paseo habitual por la zona entré, cual autómata, a la librería estigmatizada con el único propósito de buscar ese libro. Oh, allí estaba, recién recibido, recién reeditado en formato bolsillo. Fui hasta la caja casi como si tuviera un lingote de oro y estuviera rodeada por los cuarenta ladrones de Alí Babá, salí a la calle como si fuera una niña que acababa de haber visto a Mickey Mouse.

Otro final feliz fue el que me deparó Los propios dioses de Isaac Asimov. Fue el primer libro que saqué de la biblioteca tras una demorada y difícil mudanza a una nueva ciudad. Me maravilló tanto que quise tenerlo, poseerlo para mí solita, sin identificación de préstamo. Pues tampoco, en cada librería encontraba surtidas bibliotecas de Asimov... a falta siempre de éste. Un domingo en una Fnac hasta los topes de familias completas, surgieron estos dioses de los que había un solo ejemplar: el mío. Poco me importaron la larga cola, la calefacción exagerada o los minutos que se aproximaban con peligro a la hora de comer, pues todo era perfecto: lo había encontrado, me había encontrado. (También se trataba de una reedición reciente.)

El siguiente caso estuvo protagonizado por Thomas de Quincey y su muy peculiar obra Del asesinato considerado como una de las bellas artes. Mi interés por este librito que apenas sobrepasa las cien páginas surgió en las clases de Ética de la facultad, de la mano de un también peculiar profesor (al que guardo gran cariño) que, entre Moro, Bentham (con su momia) y Hume, nos hablaba de Thomas de Quincey y de American Pycho. Mi infructuosa búsqueda terminó la mañana en que una compañera de clase (que apenas me había dirigido la palabra durante dos años) me avisó de que había localizado un ejemplar, manoseado y escondido, en la librería que estaba frente al campus. Sobra decir que salí corriendo en cuanto sonó el timbre (licencia poética: el fin de la clase eran nuestros relojes). Gran felicidad. Cuando uno o dos meses después Alianza decidió reeditarlo sufrí una extraña conmoción mezcla de risa y enojo.

Mi "casualidad" más reciente fue Los desposeídos de Ursula K. Le Guin. Por qué, por qué siempre tengo la necesidad imperiosa de leer la obra-que-no-se-encuentra... La primera decepción la viví el día que tuve al alcance el que debía ser uno de los últimos remanentes de la edición y cuya compra, con el juicio obnubilado y la cartera escasa, decidí demorar. Cuando pocas semanas después acudí a su rescate, me encontré con un establecimiento desolado que había cerrado las puertas para siempre. Pero el buen hacer editorial escuchó mi llanto y publicó, hace unos meses, esta obra y otras dos en un volumen. En esta ocasión la sorpresa la recibí en forma de regalo y casi se me salen los ojos cuando lo tuve.

En el momento actual mis esfuerzos están concentrados, desde hace ya demasiado, en una novela del desconocido en España Marco Denevi: Rosaura a las diez. Confieso que, en un momento de debilidad y desesperación, conseguí una versión digital que guardo en mi disco duro sin ánimo de abrirla. Mezcla de orgullo, de amor por el libro físico y de fe en la casualidad mágica que, seguro, seguro, de una forma u otra propiciará el encuentro.


 
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