viernes, 20 de junio de 2008

El grito silencioso, Kenzaburo Oé

El grito silencioso El grito silencioso
(Mannen gannen futtoboru)
Kenzaburo Oé
Anagrama
Panorama de narrativas
ISBN: 978-84-339-0675-5
352 páginas



"La historia de dos hermanos, Mitsusaburo –«Mitsu»– y Takashi –«Taka»–, que viajan a la isla de Shikoku, persiguiendo las trazas de un antepasado que había capitaneado una revuelta campesina; para emularlo, Taka lleva a los muchachos del equipo de fútbol que dirige a rebelarse contra «el emperador del supermercado». En esa cínica degradación del ideal se esconde una de las claves de esta historia terrible. Las otras pueden hallarse en el ojo ciego de Mitsu; en la decadencia a la que se abandona su esposa tras el nacimiento de su hijo retrasado; en la violencia sorda y constante que atraviesa toda la narración, como un auténtico «grito silencioso». Verdaderamente prodigioso en su capacidad de anudar mito e historia, irritación y ternura, anécdota y parábola, para señalar en un gesto casi desinteresado la profundidad de la locura que se abre bajo las existencias aparentemente «normales», Kenzaburo Oé ha sido comparado por esta novela con Céline y Genet y, por supuesto, con Dostoievski." (Anagrama)

Un libro desolador, no triste sino casi patético: sus personajes, sus razones, sus conflictos. Todo adquiere tintes de un profundo y añejo patetismo. Creo que no hay un solo elemento de belleza pura en esta novela. Historias sucias, sórdidas, de crueldad deforme; personajes construidos/destruidos -que se construyen/destruyen a sí mismos- mediante incapacidades. A pesar del final, con un resquicio de esperanza de mejora para el protagonista, son páginas reunidas de fracasos, fracasos vitales de una columna de seres humanos desolados por su propia miseria.

Por todo esto fue una lectura lenta, interrumpida y, también ella, casi fracasada. Se me hizo de lectura difícil precisamente por el pesimismo y la carga dramática tan destructora de la historia.

Casi la dejo a medio camino pero me obligué a terminarla, de lo cual me alegro. Posee un estilo impecable -demoledor, de imágenes fuertes, directas, todo lo opuesto a lo que podríamos considerar "cándido"- y no puedo más que considerarlo un gran escritor. No obstante, si lo que yo percibí en El grito silencioso se mantiene en el resto de sus novelas -cosa muy probable por otros comentarios leídos y también por ciertos elementos comunes: alcoholismo, niños deformes o enfermos- es una literatura no para todo público. Dicho a las claras: a mí me resultó difícil de digerir. Reconociendo su talento literario, la historia y la visión ofrecida por Oé me sumían en una especie de mal sueño, de esos agónicos en donde te encuentras atrapada, en un camino equivocado. Su lectura me despertó sensaciones contradictorias: buena literatura pero ardua de leer.

2 comentarios:

Tacirupeca Jarro dijo...

Estoy revisando tu blog y hoy encuentro esta entrada (¡eres tan productiva!).
¡Dios, tengo el mismo recuerdo de este libro! Recuerdo cuánto me costó leerlo, y muchas cosas ni las retuve (lo cual me hizo sentirme un poquito mal). Sólo recuerdo dos cosas: el protagonista que miraba hacia dentro de su ojo de cristal y el amigo que se ahorcó desnudo con el pepino metido en el culo.
¡Madre mía! Seguro que encierra un millón de cosas más, pero no me termino de animar a releerlo...

Rayuela dijo...

Pues imagínate: yo ni siquiera recuerdo eso que dices. Sí recuerdo mucos desvaríos, mucho alcohol, mucho rencor y destructividad. Desde entonces nunca más me he animado a leer otro libro de este autor. Fue una lectura tortuosoa, pero no por su calidad literaria.

 
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