Varias personas, al tomar prestado uno de mis libros (ay, cada vez soy más celosa de ellos, cada vez me duele más su lejanía y su posible maltrato), se han sorprendido al verlo subrayado y anotado. “¿Por qué lo haces?” La respuesta más rápida y que normalmente doy es algo del tipo: “Porque me gusta remarcar las frases interesantes”. Pero eso, en el fondo, constituye una obviedad que merecería ser callada. Si no lo considerase de interés está claro que no recurriría al lápiz (por supuesto, jamás, jamás debe hacerse con tinta). El verdadero motivo, el que va más allá de lo obvio es bastante más meditado y, por ello, es menos aducido en voz alta.
Un libro nunca está cerrado, es algo abierto por naturaleza. Cuando un texto me sorprende, me emociona, cuando las palabras que leo me absorben del tiempo y del lugar, entonces comprendo que carece de puertas. Ese libro siempre quedará abierto a la re-lectura y, con suerte, a la lectura sin más, como si fuera la primera. Y como ya sabemos que todo fluye, que el río no es siempre el mismo río, también sabemos que nosotros cambiamos a cada segundo. Con la gente, con los acontecimientos y, sobre todo, con todo aquello de lo que no somos conscientes hasta que un día cualquiera nos da por pensar y asustarnos por lo rápido, por lo lento, en definitiva, por lo distinto. La próxima vez que vuelva al libro seré otra, si lo soy más o menos ya no importa, la cuestión es que estaré en otro punto de aquél en donde estuve en la primera lectura. Subrayo y pongo una llamada al recuerdo, una alerta a la reflexión entre el antes y el ahora.
Hasta este momento me limitaba a señalar las frases, versos o párrafos (a veces tan sólo una asociación de palabras), desde hace unos días me recreo también con breves anotaciones en los márgenes. Qué pensé entonces, qué pienso ahora. Y quizás la segunda vez sienta algo nuevo y lo anote, y la tercera y la cuarta… El libro será más libro, las palabras tendrán más espirales en las que perderse y yo, que ya seré otra, me reencontraré con todos mis yos a través de las voces de otros.
Hasta este momento me limitaba a señalar las frases, versos o párrafos (a veces tan sólo una asociación de palabras), desde hace unos días me recreo también con breves anotaciones en los márgenes. Qué pensé entonces, qué pienso ahora. Y quizás la segunda vez sienta algo nuevo y lo anote, y la tercera y la cuarta… El libro será más libro, las palabras tendrán más espirales en las que perderse y yo, que ya seré otra, me reencontraré con todos mis yos a través de las voces de otros.
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