La Princesa Durmiente va a la escuela
Gonzalo Torrente Ballester
Punto de Encuentro
ISBN: 978-84-663-2096-2
544 páginas
"Una crítica contra la manipulación y las costumbres de la historia de España y de Europa."
Escrita en la década de los cuarenta, pero no publicada hasta 1983, La Princesa Durmiente va a la escuela fue pensada como una de las narraciones que integraría una serie titulada "Historias de humor para eruditos". Según nos dice Torrente en el extenso prólogo, junto a ella figurarían: Ifigenia, Mi reino por un caballo, La posada de los dioses amables (las tres publicadas "con evidente fracaso" -he leído esta última y la disfruté muchísimo, lamentado su corta extensión) y Amor y pedantería, que no llegaría a escribirse.
En una entrada anterior comenté el motivo por el que Torrente Ballester decidió, tantos años después, publicar una obra que había sido rechazada en varias ocasiones: porque este libro constituyó una etapa fundamental dentro de su producción artística, siendo germen de lo que vino después. No silencia los fallos ni los aciertos y, si bien no la considera a la altura del resto de sus novelas, sí destaca cierta calidad literaria.
El argumento es tan desopilante como los de sus obras más afamadas y, a través de él, se conjugan la crítica y el humor. En un país imaginario, el rey Canuto descubre que su destino está escrito desde hace siglos: debe encontrar y despertar a la Princesa Durmiente del bosque y contraer matrimonio con ella. Esta historia tan típica de cuento ocurre a mediados del siglo XX, así que los elementos tradicionales son actualizados y ridiculizados: el poder político, la Iglesia, la prensa, los sindicatos, etc. La verdadera acción comienza en el momento de despertar a la Princesa: hay que traer a nuestros tiempos a una damisela de la Edad Media. ¿Cómo hacerlo sin causarle un trauma irremediable? Tras accidentadas y tortuosas reuniones, los grandes representantes (des)acuerdan establecer un curso acelerado de Historia del mundo para la muchacha. En cuestión de semanas, la Princesa asiste a una sucesión de transformaciones religiosas, movimientos artísticos, guerras, preceptos morales, moda y costumbres. Una conferencia de Martín Lutero por la mañana, una revuelta campesina por la tarde y un acuerdo de paz al caer la noche. El rey, a todo esto, ni pincha ni corta pero se desvive por su enamorada; el jefe de gobierno en un lucha constante con el cardenal; las señoras de la alta sociedad mareando el cotarro y la Princesa..., la Princesa con la cabeza y el corazón a mil revoluciones por minuto.
Como pueden ver, la idea es muy propia de su autor. Sin embargo -ya lo advierte en el prólogo- falla la estructura y, en especial, el desarrollo de las partes. Se alarga demasiado en el tira y afloja entre los distintos poderes por llegar a un acuerdo, haciendo que la Princesa tarde demasiado en entrar en escena (al menos, de forma activa). Hubiera preferido más detalle en las representaciones históricas y menos reuniones burocráticas; de hecho, mucho de lo apuntado en la parte central de la novela se desdibuja por completo hacia el final, haciendo que me pregunte si realmente valía la pena incluirlo.
Destaco, en especial, el giro crítico y humorístico de la historia y el desenlace, totalmente inesperado por el cambio de registro (dramático, turbio, angustiante). Me quedo con un sabor de boca agridulce: dulce porque el talento de Torrente Ballester es indudable y su literatura goza de una elegancia y de una fluidez admirables; agrio porque se queda varios escalones por debajo de las, por ejemplo, magistrales La saga/fuga de J. B. y Fragmentos de Apocalipsis.
2 comentarios:
Ciertamente, y por lo que cuentas (desconocía esta obra de Torrente Ballester como en general- reconozco- desconocerle a él como autor) el argumento parece muy él, por lo poco que le he podido leer, y lo bastante que sobre él he leído; sin que sea una paradoja.
Yo también desconocía esta obra hasta que la ví en la mesa de novedades (es una edición de hace pocos meses). Si quieres reír y disfrutar de buena literatura te recomiendo las dos novelas que comenté arriba. Leerlo a él fue uno de mis "descubrimientos felices".
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