Siempre he pensado que un buen título es un gran primer paso hacia el público. Constituye la cara visible de la obra, la información que llega antes, en resumen, lo que llama la atención. Precisamente por ello su elección es una tarea que conlleva no pocos quebraderos de cabeza. Por un lado tenemos el acto creativo, patrimonio del artista, que cada uno resolverá a su modo (personalmente lo dejo siempre para el final, a no ser que me vea atacada por un arrebato de inspiración perfecto); pero, después, y aquí llega lo más temible, debemos enfrentarnos al acto de la traducción/interpretación. Admito que en ocasiones resulta difícil traducir a otra lengua lo que el autor quiso decir en una frasa exacta y, en cierto modo, "lapidaria" (por su importancia): juegos de lenguaje, connotaciones que pertenecen a una cultura muy concreta, referencias locales, etc. Pero hay casos en los que ni por cuestiones de marketing puede salvarse un título mal elegido -en otros, hasta es contrario a todo atractivo comercial-.
Así me maravillo ante títulos geniales y meso mis cabellos ante otros increíbles por lo vulgar y por lo desconcertantemente lejos que se encuentran del mensaje. A veces, por suerte, descubrimos una gran obra tras un título espantoso, y otras, por desgracia, nos sentimos traicionados por lo que prometía tanto en su fachada y resultó ser tan poco en su interior. Dicho esto, lo más fiable -nunca al cien por cien, claro- es no dejarse atrapar únicamente por un nombre y rascar un poco más de información antes de elegir.
Hoy me ocuparé de lo que, para mi gusto personal, son títulos grandiosos, bellos o simplementes exactos.
La mano izquierda de la oscuridad (The left hand of darkness), de Ursula K. Le Guin. Sencillamente me encanta, por su misterio hermoso.
El dios de las pequeñas cosas (The god of small things), de Arundahti Roy. En realidad no es que encuentre bello este título -en cierta manera, la referencia a una deidad me frena- pero lo considero sumamente expresivo de la novela, una historia llena de cosas chiquitas que ocultan otras mayores. Como la canción de Serrat...
Si una noche de invierno un viajero (Se una notte d'inverno un viaggiatore), de Italo Caalvino. Uno de esos que invita instantáneamente a abrir el libro, y así comienza el propio texto... Anima a más e interrumpe...
Seis personajes en busca de autor (Sei personaggi in cerca d'autore), de Luigi Pirandello. ¡Cómo no leerlo! La creación dentro de la creación, la conjunción de realidad e imaginación.
Libro del desasosiego (Livro do Desassossego), de Bernardo Soares / Fernando Pessoa. Una de las cosas más hermosas y desasosegantes que he leído en mi vida. Cada página te agarra pulmones y corazón.
[No podía faltar...] "Cuello de gatito negro", Todos los fuegos el fuego, "La noche boca arriba", de Julio Cortázar. Tres de muchos.
El hombre que fue jueves (The man who was Thursday), de Chesterton. Fue lo que me atrapó y, a pesar de haber disfrutado mucho del libro, me sigo quedando con el título, tan sugerente y humorístico.
Felicidad clandestina (Felicidade clandestina), de Clarice Lispector. El libro entero y el relato homónimo son joyitas para degustar con suavidad. Es la sensación precisa que experimenta todo lector apasionado.
Cierro con una decepción que fue tanta que me costó creerla: La felicidad de los ogros (Au bonheur des ogres), de Daniel Pennac. Las primeras páginas se me atravesaron como pocos libros y, por mucho que respiré hondo con la mirada fija en la carátula -en un intento desesperado por caer seducida-, no pude más que devolverlo a la biblioteca con una tristeza aterradora.
Así me maravillo ante títulos geniales y meso mis cabellos ante otros increíbles por lo vulgar y por lo desconcertantemente lejos que se encuentran del mensaje. A veces, por suerte, descubrimos una gran obra tras un título espantoso, y otras, por desgracia, nos sentimos traicionados por lo que prometía tanto en su fachada y resultó ser tan poco en su interior. Dicho esto, lo más fiable -nunca al cien por cien, claro- es no dejarse atrapar únicamente por un nombre y rascar un poco más de información antes de elegir.
Hoy me ocuparé de lo que, para mi gusto personal, son títulos grandiosos, bellos o simplementes exactos.
La mano izquierda de la oscuridad (The left hand of darkness), de Ursula K. Le Guin. Sencillamente me encanta, por su misterio hermoso.
El dios de las pequeñas cosas (The god of small things), de Arundahti Roy. En realidad no es que encuentre bello este título -en cierta manera, la referencia a una deidad me frena- pero lo considero sumamente expresivo de la novela, una historia llena de cosas chiquitas que ocultan otras mayores. Como la canción de Serrat...
Si una noche de invierno un viajero (Se una notte d'inverno un viaggiatore), de Italo Caalvino. Uno de esos que invita instantáneamente a abrir el libro, y así comienza el propio texto... Anima a más e interrumpe...
Seis personajes en busca de autor (Sei personaggi in cerca d'autore), de Luigi Pirandello. ¡Cómo no leerlo! La creación dentro de la creación, la conjunción de realidad e imaginación.
Libro del desasosiego (Livro do Desassossego), de Bernardo Soares / Fernando Pessoa. Una de las cosas más hermosas y desasosegantes que he leído en mi vida. Cada página te agarra pulmones y corazón.
[No podía faltar...] "Cuello de gatito negro", Todos los fuegos el fuego, "La noche boca arriba", de Julio Cortázar. Tres de muchos.
El hombre que fue jueves (The man who was Thursday), de Chesterton. Fue lo que me atrapó y, a pesar de haber disfrutado mucho del libro, me sigo quedando con el título, tan sugerente y humorístico.
Felicidad clandestina (Felicidade clandestina), de Clarice Lispector. El libro entero y el relato homónimo son joyitas para degustar con suavidad. Es la sensación precisa que experimenta todo lector apasionado.
Cierro con una decepción que fue tanta que me costó creerla: La felicidad de los ogros (Au bonheur des ogres), de Daniel Pennac. Las primeras páginas se me atravesaron como pocos libros y, por mucho que respiré hondo con la mirada fija en la carátula -en un intento desesperado por caer seducida-, no pude más que devolverlo a la biblioteca con una tristeza aterradora.
3 comentarios:
El tan controvertido efectismo de los títulos.
No deja de ser una tarjeta de visita, una carta de presentación, un reclamo de lo que aparentemente nos espera.
A veces, cuando entreo en una libreria sin más referencias que mi hambre, me dejo seducir -casi a tientas- por la evocación que me traslada un título atractivo.
Pd.- Como a ti, el título de la novela de Chesterton, me encanta; más incluso que el libro en sí. Ciertamente.
Estoy totalmente de acuerdo con los títulos. A veces me sucede lo que a Raúl, que, estando sin otra referencias frente a una mesa llena de libros, me dejo seducir por algún título.
Por otra parte, tengo siempre dificultades a la hora de elegir un título para lo que escribo. Si no surge en el momento de inspiración, si no acompaña la creación del texto, me cuesta dar con uno. Los títulos que asigno al texto una vez concluído el proceso creativo suelen ser malos.
Voy a dejar mi aporte de títulos que me parecieron efectivos y/o bellos:
- Un viejo que leía historias de amor (Luis Sepúlveda)
- "Historias en la palma de la mano"(el mejor título de este autor)"Mil grullas", "País de nieve" (Yasunari Kawabata)
-The wind-up bird chronicle "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo"(Haruki Murakami)
-Cien años de soledad (García Márquez)
-Mundo de siete pozos (Alfonsina Storni)
- Mil soles espléndidos (Khaled Hosseini)
Y otros que ahora no recuerdo.
A veces acudo a la biblioteca con la intención de "sorprenderme y descubrir". No acudo a obras conocidas sino que repaso las estanterías al azar hasta que un título llama mi atención. De este modo he hecho grandes descubrimientos y otros bastante menos memorables.
Me encanta el de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, sin embargo no he leído nada de este autor, hay algo que me retrae... (Por cierto, menudo cambio de título con el archiconocido en España Tokio blues que, en el original, es Norwegian wood -por la canción de los Beatles-.)
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