Hace un par de meses lanzaba unas líneas a raíz de una frase de Luis Landero, “la imaginación no se da gratis”, y ahora me gustaría recuperar mi reflexión de entonces. Intento ser flexible, abierta de pensamiento pero, lo confieso, a veces me resulta imposible, me cierro, no entiendo para, después, sentirme culpable de haber pensado con incredulidad. No es fácil ponerse del otro lado, abandonar nuestro punto de vista y mirar con naturalidad el contrario. Como dice el refrán: “para gustos, colores”, pero ciertos temas me nublan la vista. Por ejemplo, respeto las aficiones ajenas pero me sigo sorprendiendo ante alguien al que no le gusta leer (cosa a la que debería estar acostumbrada porque la media de los que no leen es bastante superior a la de los que sí lo hacen). Me sorprendo porque, a mi entender, el mundo del libro es tan amplio que todo tiene cabida; hasta la mala literatura. Supongo que ese contrario encontrará igual de asombroso que a mí no me guste bailar o hacer deporte.
Esta cuestión, la de la lectura, se relaciona de forma directa con otro de mis “asombros”: la falta de imaginación.
Paseando los ojos por la estantería me topé con el tomo de los cronopios cortazarianos (en segundo ejemplar de edición baratísima tras la pérdida inexplicable del primero; aunque, si lo pienso bien, nada es inexplicable con esos seres de por medio). Entonces mi memoria me teletransportó a un día de hace años en que viví una reacción del todo inusitada ante este libro. Un compañero lector, escritor de cuentos y venerador de (medio) Cortázar manifestó su enojo ante la creación de los cronopios, las famas y las esperanzas. Quiero precisar que no comentó su disgusto sobre esta obra ni, pongamos por caso, una consideración menor ante otros textos del autor. Lo que transmitió fue más bien una sensación cercana a la ofensa y al engaño. Se sentía engañado por Cortázar quien, en su opinión, había tomado el pelo a los lectores con semejante fruslería. Bichos que no existen, de los que ni siquiera somos capaces de intuir una forma, que cantan y bailan algo igualmente ininteligible y que se comportan, en todas las situaciones, al revés de un revés no posicionado. Esto, para él, era una tomadura de pelo. Ah, pensé yo, entonces la imaginación consiste en eso. ¿Imaginar y fantasear es… engañar? En este caso sé que él no renegaba de la imaginación en sí (al menos, es lo que quiero creer), sino más bien de la imaginación que produce absurdos. Por eso sólo valoraba de don Julio los escritos más “realistas”, y rechazaba aquellos en los que la razón era cuestionada (de ahí mi paréntesis anterior de que veneraba a “medio” Cortázar, siendo generosa).
Lo que más me sorprendió de esta situación fue que alguien pudiera sentirse “estafado” ante la fantasía de otra persona. Pero la realidad es, por mucho que me pese, que hay mucha gente carente de imaginación (incluso de la que no provoca absurdos) que casi, casi desprecia a los que sí la poseen.
No puedo imaginar (je) cómo sería vivir sin imaginación, porque la tengo tan aferrada que no la suelto ni despierta ni dormida. Sin ella, la Historia del Arte quedaría reducida a servicios mínimos: las artes plásticas, la música, el cine, la danza… La evolución de la humanidad nos resultaría todavía más enigmática sin poder recrear lo que no vivimos. En infinidad de situaciones es el nexo que falta en el relato, a veces nos juega malas pasadas pero sin ella todo quedaría cojo, incluso el futuro.
Mi vida es más vida y yo soy más yo gracias a ella y a sus retoños absurdos. Que vivan los cronopios, las famas, las esperanzas, los vizcondes demediados.
8 comentarios:
Bueno, creo que este artículo retoma ideas de otro que escribiste recientemente... Y al formular las preguntas, ya estás desgajando respuestas. La imaginación es soltar amarras, cruzar fronteras, alejarse de lo convencional; es, en cierta forma, transgredir para descubrir. Y transgresión rima con agresión; toda agresión resulta amenazante... Y sí, alguien puede sentirse engañado, burlado, ante esa ruptura del raciocinio lineal, puede sentirse amenazado. Es bueno aceptar eso porque todos, a nuestro modo, tenemos miedo. Hay quienes tienen miedo de empreder vuelo; otros temen el aterrizaje.
La imaginación, no es siempre la opción más inteligente ni recurso de valientes, sí, tal vez, la más original; pero no deja de ser una de las tantas estrategias que tiene el ser humano para abordar al mundo.
A mí, vivir sin imaginación me parece muy triste, no creo siquiera que sea factible. Sería vivir como autómata, caminando alienada; me vería a mi misma como poco más que una marioneta de papel maché. Pero entiendo que alguien puede estar, en este mismo momento, sintiendo pena por mí, por pensar así.
Algunos ven el vaso medio lleno, otros medio vacío... Otros no ven vaso alguno y hay quienes piensan que es mejor tomar el agua con las manos (aunque así poco les quede para beber.)
Saludos Rayuela!
Verónika
Lo que recuerdo de ellos, los cronopios, es que son bichos húmedos y que saltan como locos y bailan y cantan salena salena.
En los premios hay un caracol llamado Osvaldo que cada vez que lo sacan de su casa dice ¡hompi hompi! (para mi, pariente de Humbert Humbert); en el libro El examen, está el DR Menta lamenta, y hay más. Cotázar siempre tuvo ese humor estilo María Elena Walsh dice Piglia, que a mi siempre me gustó.
Leíste el libro de Calvino Las partículas de arena? yo no lo leí entero pero de lo poco que vi puedo asegurar que es muy interesante.
saludos
Veronika: Sí, está claro que la imaginación es también un modo de abordar el mundo. Unos optan por la fe religiosa, otros por "escaparse" mentalmente imaginando nuevas realidades. No siempre es el recurso más recomendable ni tampoco cortar toda conexión con lo "real palpable". Debe existir un equilibrio en donde la imaginación no nos interrumpa, haciéndonos caer, el día a día.
Por otro lado, no digo que todo el mundo deba valorar las mismas cosas. De ahí que escribiera que a veces "me siento culpable de haber pensando con incredulidad". Me sorprendo porque lo veo desde mi interior, pero después me recrimino la sorpresa inicial. La otra persona seguramente se sorprenderá de mi sorpresa. Yo pienso con tristeza en quien no imagina, y esa persona puede considerar que es triste dejarse llevar tanto por la fantasía. De igual modo, ya lo he contado en otra ocasión, son varios a los que les produce lástima el verme tan enfrascada en libros; desde mi punto de vista, la "lástima" viene en dirección contraria. Es decir, "cada uno es como es y cada loco con su tema".
No siempre resulta fácil exponer algo tan subjetivo sin caer en valoraciones "injustas".
Mariano: Cortázar vivía y escribía imaginando nuevas realidades, algunas disparatadas y absurdas pero que, por momentos, nos convencían de su tangibilidad.
No he leído esa obra que mencionas de Calvino pero, hasta el momento, de todo lo suyo que conozco nada me ha decepcionado.
¡Saludos!
Creo que la imaginación nos permite adaptarnos mejor a las situaciones nuevas, a pensar alternativas ante situaciones conflictivas, a disfrutar más de los momentos, a ponerle un toque de humor a nuestro día a día. Gracias a la imaginación somos más niños y por ende más personas, más auténticos.
¡Ay del que huye de la imaginación!
Faltó claridad en mi post.
Cuando hice el comentario anterior no quise insinuar que fueses injusta, lamento si te dio esa impresión, Rayuela.
Al contrario, no pienso, en absoluto, que seas de las personas que "apedrean" a los que transitan por la acera de enfrente.
Hacía hincapié en la cuestión de las diferencias, generalizando (e incluyéndome en esa generalización)... Teniendo presente que todos somos diferentes, pero que a la vez nos vemos tentados a creer que seríamos más felices siendo más iguales.
Yo también opino como Magnolia que mayor poder imaginativo implica mayor apertura mental y, por ende, mayor capacidad de adaptación.
He notado ( y estoy buscando algún texto de sociología o psicología que hable al respecto) que la imaginación no es sólo una característica innata de cada individuo, sino también un rasgo que se acentúa o inhibe culturalmente. Dependiendo de qué edad tenga, en que provincia viva o a qué clase socio-económica pertenezca una persona, acá en Argentina, será mayor o menor su grado de aceptación, por ejemplo, de géneros como la ciencia ficción y la fantasía heróica.
Saludos!
Verónika
Ay, no, Veronika, en ningún momento pensé que me tildaras de injusta. De hecho, al comenzar a escribir el artículo me detuve un buen rato tratando de encontrar el mejor modo de expresar todo lo que quería decir. Ya quedó claro que yo defiendo la capacidad de imaginar y, desde ella, me sorprenden y entristecen las personas que no la valoran; pero al mismo tiempo soy consciente de que mi punto de vista le sorprenderá y entristecerá a otra persona.
Me interesa mucho lo que comentas respecto a la relación de la imaginación con la situación social. Nunca me ha había detenido a pensarlo pero tiene mucho sentido, aunque no creo que esos factores por sí solos lo determinen (como casi nunca ocurre: suele ser una confluencia de varios aspectos). Supongo que un ambiente más abierto a la diversidad, a la cultura o a las artes estimula la imaginación; mientras que uno de estructuras rígidas y limitada variedad la inhibe.
Buscaré yo también.
¡Un besote!
Una de las cosas que llama la atención de los escritores (la mayoría de los grandes) son los ojos: esa mirada infantil que siguen conservando. Cortázar, por descontado, la tenía. La imaginación es algo que, no sé porqué, la humanidad intenta con todas sus fuerzas desterrar, por lo menos de la edad adulta. Se permite a los niños (como una especie de don a la vez terrórífico y maravilloso) y después se nos coacciona para perderla. Peor para los que entren en el juego.
Y respecto a aquellos que no sepan lo que es un cronopio, la solución la dio el propio Cortázar en "Louis Armstrong, enormísimo cronopio", un ser desmesurado, danzante y cantante, ininteligible, risueño, sudoroso, excesivo y cuantos adjetivos más se le quieran y puedan aplicar.
Vivan los cronopios, viva la imaginación y a poder ser al poder con ella.
Supongo que, como apuntaba antes Veronika, los que carecen de imaginación tienen miedo de quienes sí la tienen y disfrutan. En lugar de desterrar esa miedo, destierran la imaginación. Ojalá todos supiéramos conservar en nuestro interior un poquito del ser infantil.
¡Saludos Lluís y gracias por tus comentarios!
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