Qué nebulosos y rancios pueden volverse a veces los cerebros. Qué faltos de semilla y qué repletos de cemento. No son capaces siquiera de disponer de ingenio suficiente como para producir enredos o equivocaciones: triste debe resultar no saber errar con astucia y, en cambio, aplastarse bajo el propio peso de la ignorancia. Hacen de ésta un estandarte glorioso que ondean con sonrisa insulsa y barata, clavándolo ante cualquier atisbo de pensamiento con un patético orgullo paternal.
Cuánto terreno árido puede existir en el interior de una cabeza. Y ellos, en su sana estupidez, lo cultivan con esfuerzo y voluntad, con la alegría tierna y soñadora del idiota, con el manotazo limpio del bruto fermentado. Qué felicidad tan absoluta les provoca la incapacidad de raciocinio; qué liberadora sensación debe producir la frente rasa y la pupila espesa. Qué enorme cantidad de bestialidades debe incluir su dieta básica para disponer de un entrecejo tan estático y tan abrumadoramente ileso.
¿Qué regenerarán durante el sueño? ¿Obturará el descanso nocturno el permanente goteo de intentos ideológicos no natos, informes? Quizás el inconsciente estado les permita, en acción generosa, la exclusividad de inventar un sueño, bajo juramento (bendito e ignorado) de no recordar tan ilustre privilegio al despertar. Quién sabe qué extraña enfermedad supondría el acto de crear un pensamiento; no uno de varios pisos con salones intercomunicados, sino uno de planta baja y con un único ambiente. Me pregunto si en solar tan amplio tendrá cabida alguna puerta, con aldabones grandes y sonoros que se mezclen con el eco solitario. Si existirá algún archivo para la memoria, o si ésta subsiste a través de infortunados martillazos al recuerdo.
Qué poca gravedad, qué gran falta de urbanismo y qué tremendo derroche de iniciativa. Nunca la ignorancia ha tenido tanto espacio, tanto tiempo y tanta labia. Se multiplican los profetas y pregones, se enaltece la soberbia inusitada de la mente perezosa, y se caga, porque siempre se caga, sobre el independentista convencido de que el pensamiento otorga libertad.
Cuántos cerebros virtualmente vírgenes hay por el mundo
Cuánto tonto y qué poco loco.
Cuánto mundo para tan poco hombre.
[Este texto fue publicado en la revista Morituri (Ferrol), nº 1, diciembre de 2001.]
7 comentarios:
Suena a enfado. A grito destemplado por fuertes motivos.
¿Vio? El mundo nos pertenece. Habemus mayoría de boludos. Qué va a hacer ;P.
Saludos.
Lo escribí hace años, no recuerdo lo que me motivó pero no es difícil encontrar razones. Estamos rodeados...
¡Muy buen texto Rayuela! Pero qué día debes haber tenido... Lo digo porque conozco la sensación.
Y sí, estamos rodeados... Pero al menos nosotros tenemos ventanas, puertas, incluso pasadizos secretos, ¿por dónde se asoman ellos al mundo?.
Yo ya no siento fastidio, sino pena.
Saludos!
Pena por ellos siento siempre, pero también fastidio cuando su "quehacer" invade el mío. Son muchos y notorios, y por desgracia siempre encuentro destinatarios para este texto.
A veces pienso que se asoman por casi todos lados, de ahí que para nosotros queden esos pasadizos secretos.
¡Saludos!
No lo quiero pensar así, porque sé que es verdad lo que dices... Y termino deprimiéndome.
Lo cierto es que ese tipo de persona, que tiene siempre la cabeza metida en un frasco y camina en línea recta, suele invadir, atropellar y pisar el quehacer de quienes disfrutan del desafío de vivir y pensar (por su cuenta, cabeza abajo o en zigzag). He pensado mucho al respecto.
Si se deberá eso a la envidia, si se sienten amenazados o dasautorizados. Creo que en cierta forma ellos intentan cumpliar con el mandato social, ser "normales" (como si existiera tal cosa), moverse con las reglas prestablecidas; eso les da seguridad y satisfacción. Entonces viene uno que, desde lo que es, parece decirles "Mira, no me interesa subirme a ese colectivo por el cual tu te has desesperado. Ahorrate la fila, te doy mi boleto. Yo seguiré caminando".
Creo que eso les molesta, les resulta ofensivo... Que uno pueda rechazar el sistema en el cual ellos se sienten contenidos.
En fin, dejo de divagarme aquí.
Saludos!
Totalmente de acuerdo con lo que dices, Veronika: les molesta que otros escojan caminos secundarios o poco transitados. Creen fielmente en algo que denominan "normalidad" y todo lo que escapa a ello debe ser señalado. Pienso que, en parte, es algo que les asusta porque no entra en su "cánones".
Al principio me angustiaba ser señalada; ahora, en absoluto. Si ellos me critican, yo los desafío. En el fondo siento un poco de pena y, como dije antes, enfado cuando me entorpecen.
Siempre, siempre es un gusto leerte.
¡Saludos!
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